No fue culpa de Euclides; él hablaba por una decisión enfurecida de ser recta la recta y ser medida de un punto que a otro punto encadenaba; de ser ella la mínima, la esclava de exacta rectitud, la definida distancia entre uno y otro, tensa brida que una nada a otra nada entrelazaba. Mas nosotros supimos que fue vano axioma de una recta prisionera aquella noche de calimas calmas. Que allí, en la esquina estricta del verano, tú y yo callamos… Y el silencio era la distancia más corta entre las almas. (29 de junio de 2008)