Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2008

Puerta de septiembre

. Cada día tiene el día menos ganas de serlo; cada día es más breve su entusiasmo; cada día, su luz más apagada, más vencida su altura, menos firme. Cada día es más noche y menos día, más estrella ilegible, menos sol recitado… Cada día que pasa. Cada día. (30 de agosto de 2008)

Testigos nuestros

Hace dos meses, bajando por la calle “Camino de la Huerta” en San Fernando de Henares, se podía ver una casita derruida por la intransigencia voraz de las excavadoras. Durante algunos días distraje la vulgaridad de mi rutina circulatoria con los restos tenaces de su doméstica biografía, focos de resistencia en que las cosas se empeñan para que no se olvide que alguna vez fueron testimonio. Me llamaba la atención un friso alicatado y fragmentario, blanco y azul, de rancia estética, que había sobrevivido de tanto adherirse al edificio colindante. Puede que allí estuviera la cocina, ese rincón de las casas que fue hogar por excelencia, cuando el hogar era hoguera gracias a la cleptomanía prometeica. No podía evitar reconstruir el resto, disponer en el mosaico de cascotes las piezas fantasmales de un pasado del que nadie sabrá nada en poco tiempo. Me parecía escuchar risas o advertir lamentos, recuperar tristezas o fracasos, rescatar alegrías o grandezas. Días felices y días terribles, rel

Parábola para un agnóstico

…Si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: ‘Desplázate de aquí allá’; y se desplazará y nada os será imposible. Mat. 17-20. “Sólo sé que no es posible”, dijo un átomo de Hidrógeno (que, por cierto, nadie supo jamás que hablar pudiera). Y se hizo adolescente para ser Helio. Mucho después, envejeció en Carbono; y, decrépito al fin, murió afán inorgánico para nacerse vida. Hubo un punto y aparte. De repente, las cosas ya no eran como siempre habían sido: mecánica de enlaces, ecuaciones previsibles. Las cosas se habían vuelto un proyecto capaz de ser un sueño, un sueño capaz de duplicar su proyecto inexplicable. Después sucedió el mar y su promesa… Y la tierra más tarde. Y un efecto sin raza ni fronteras que aprendió a medir el tiempo y pergeñar su curso. Empezó por creer... Y creyó que sabía… “Sólo sé que no es posible”, dijo el hombre. Y la memoria de un átomo de Hidrógeno (que, por cierto, nadie supo jamás que la tuviera) protestó en los rincones de la no