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Mostrando entradas de noviembre, 2008

La sombra

. . Sólo la oscuridad, sólo tenerte confusamente oscura; sólo ajena, a punto de no ser; sólo tu arena, el resto de tu tierra. Sólo verte en niebla indefinida, padecerte ausencia horizontal que el día estrena sin ser día, sin ser aurora plena, sin ser tú. Mirar… y suponerte. Sólo indagar tu sombra enajenada, ese resto de ti que el sol olvida y esparce por el mundo, indiferente. ¡Sólo tu confusión desdibujada! …Y a la luz castigar por distraída por sólo merecer tu sombra ausente. . 27 noviembre 2008 .

El corazón del guerrero

. . El otro día leí que hay glaciares inmensos bajo la superficie de Marte, agua que aguarda eleáticamente, desde hace millones de años, tal vez para aplacar la sed de unos lejanos visitantes. Eso al menos han pensado en la NASA: una mina de posibilidades bajo la cobriza coraza de un planeta muerto. ¿Quién podría extrañarse? El corazón del guerrero alberga un mar de helada indiferencia, un subterráneo desamor de ausencia y frío que deja, sin embargo, el reguero encendido de su sangre cuando cruza la noche. El corazón del guerrero es la implacable demolición de cualquier fracaso. Los contrarios acaban con Parménides y Heráclito es verdad después de todo. Del hielo nacerá el calor, del invierno eterno el provisional verano. Porque, nos guste o no, eso es la vida. Vivir no es abundar en terciopelos para poder acariciar dulzuras decadentes. Vivir es estrellarse con la nada, descubrirla de pronto, dolerse en su combate. Y seguir, ajeno e indiferente, convencido de que al cabo no es inútil l

El “e-mail” del caballero

. Qué cosas tiene este hombre que, de “caballero inactual”, ahora parece quererse atemporal y caballero. Un “email”, que le cuadra menos que a mí la simpatía, unas pocas palabras… Amigo mío, le adjunto unas seguidillas que, aunque no se lo crea, son de verdad. No son “seguidillas compuestas”, que viajan con coda, sino “simples”, que a mí me nacen del corazón y sus razones. No le envío mi domicilio porque ahora mismo vivo en ninguna parte. Ya le contaré. No sé qué tendrá que contarme, pero como yo sigo en huelga –que no holganza– de palabras, he aprovechado el latido de ese corazón anacrónico para que suene el silencio de este otro envejecido. Sin querer me dijiste que me querías, esas cosas te pasan por distraída. Por mirar de reojo, por no mirarme, por dejarme a la suerte de un tal don nadie. Por cruzarme contigo sin tu mirada, pasajero del día, sombra nublada. Que ni sombra me dejas que me permita: un solar que la luz nunca visita. Sin querer, mira que eres, y yo sabiendo: ¡estocadas