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Mostrando entradas de abril, 2009

El adiós del "caballero"

. Se va. Se ha vuelto insolente y se va. No entiendo bien por qué, pero se va. He recibido una carta suya que lo dice. Éstos son los últimos párrafos: …Tu mundo lo vende todo: frigoríficos, coches, motos, ordenadores, móviles 3G, casas, libros, pueblos… Todo. También la salud, el dolor, la agonía, la tristeza, la desolación, la alegría, el entusiasmo, la pasión, el terror… Y la vida. ¡Y la muerte…! Nada queda fuera del mercado. Tu mundo es indecente porque piensa que el sufrimiento es cosa de los otros, y que estos otros son unas cosas bípedas que salen en los telediarios para morirse a chorros todos los días. Porque es lo normal, porque es “lo que siempre ha sido”. Hasta que, de pronto, un día descubre que él también es vulnerable. Y no se lo cree, y dice “esto no puede ser”. Pero vende su incredulidad. Y fabrica mascarillas a mansalva. Y se reúne. Y hace estadísticas y pronósticos desconcertados… Y vende… ¡Vende! Vacas en vez de cerdos, cerdos en vez de pollos, pollos en vez de vaca

Los lugares y los sitios

. . Me duelen los lugares que ya no tienen sitio, que han perdido su sitio, aquella propiedad de la memoria que quedó pincelada en otro espacio. Me duelen los lugares que ya nada sitúan, geografías del tiempo sin testigo que pueda confirmar alguna calle, algún patio escolar, algún parque con besos inventados robado cualquier noche de los ángeles. Me duele la ciudad que se levanta sobre la resistencia del olvido. Sus bloques de viviendas, sus ensanches, sus altos rascacielos, sus largas avenidas… Ese mundo tan raro y tan ajeno que está del otro lado de las almas. Parménides ha muerto y los periódicos no quieren recoger la necrológica. Tan sólo hablan de Heráclito: predicen más lugares aún sobre lugares sin sitio que encontrar, sin sitio a que volver, sin sitio de vivir… Sin ningún sitio. (26 de abril de 2009) .

Los libros... y nosotros

. Acerca de nosotros saben más los libros que hemos leído que todas las soledades que nos hemos contado. Con el tiempo, los libros nos arruinan los ojos… Y se enteran, con el tiempo, de nuestras almas. Son pequeños cofres para guardar la vida y proteger nuestras humanas y modestas verdades, que no tienen que ver, exactamente, con lo que luego hacemos y después nos pasa. La alcancía de la memoria auténtica está llena de dioses que cosechamos en palabras ajenas. La grandeza de un libro está en la mirada suya, que nos conoce, que sabe de nosotros tanto, que sólo nos lo puede contar a nosotros. Abrir un libro nuevo es voluntad de alzarse; abrir un libro añejo, ya leído, es deseo de saberse. Por eso, con los años, uno tiende a releer con más frecuencia viejos libros; porque entonces, cuando todo está ya casi hecho, sólo queremos saber si estuvo bien el tiempo, si mereció la pena el tiempo. Si fue verdad la vida... Si la verdad... fue un libro. .

La lección de Geometría

. . Hoy, primera lección de Geometría. Veamos si no sabes lo que sabes: van navegando, en alta mar, dos naves a la misma distancia, noche y día. ¿Cómo son las estelas que vería la vertical mirada de las aves?... Dos rectas enfadadas, serias, graves, que sólo el timonel desmentiría. De voluntad se muere un postulado, sólo de voluntad: las paralelas convergen siempre si querer decides. Mañana, un teorema derivado: el ángulo que cierra las estelas es cosa del amor… ¡Qué sabrá Euclides! (21 de abril de 2009) .

El profeta

. Oír la lluvia es un acto religioso. Lo digo porque lo religioso siempre anda peleando con el tiempo; no el de las palpitaciones del clima, sino el de las demoliciones de los relojes. El taconeo insolente de la lluvia en un patio es una burla para todas las cronometrías. No es un tic seguido de un tac periódico y mensurable, sino un tic sorprendido por dos imprevisibles tacs ; o media docena de tacs interrumpidos por dos inesperados tics . La lluvia es un ejercicio de rebeldía contra los cronómetros. Y nosotros, que no somos nada más que galeotes al remo de los segundos, deberíamos venerar su adorable impertinencia. No es exactamente metáfora de la eternidad, sino tiempo caprichoso que ocurre y no puede encarcelarse. Para criaturas como los hombres, que sin tiempo no somos nada y con el tiempo acabamos siendo lo mismo, es todo un ejemplo: no es cosa baladí suceder de modo tan desconcertante para los segunderos. A pesar de Machado y su “monotonía / de lluvia tras los cristales”, yo pro

El caminante

. . A veces, sólo a veces; sin tangencia real de nada real; sin posible memoria de que fuera alguna vez posible; sin cuerpo, sin verdad, sin cercanía…, hace el alma equipajes con olvidos; se levanta de sí, se pone en marcha. Desde el valle, la cumbre de unos ojos se convierte en empresa. Y camina. Allá arriba, tan lejos, tan ausentes, tan extraños, están mi confusión y mi sentido. A veces, sólo a veces, si esos ojos me miran, me pongo la mochila y la esperanza. (15 abril 2009) .

Jueves Santo

. En Coslada, Madrid. Tarde de un jueves hecho de soledades y de olvido.  Tarde de atardecer enmudecido.  Allá lejos, aún se ven las nieves   últimas del invierno –tenues, leves  pinceladas que ya han palidecido–.  Aquí un jardín y un pájaro atrevido  inventan en la luz altorrelieves.  Aquí el muro, la acera, la calzada  vacíos… Y el balcón, su vano en vano. Hoy, ni mirar se atreve a ser mirada, ni la caricia al vuelo de una mano.  En Coslada, Madrid, hoy tiene nombre  de soledad la voz, de olvido el hombre.    (9 abril 2009) .

El aplauso

. A los dieciocho años la vida es algo que está ahí; a los cincuenta y nueve, algo que empieza a no estar donde se espera. A los dieciocho, uno está seguro de que el teléfono lo descolgará alguien. A los cincuenta y nueve, uno empieza a temer que no lo haga. De joven se piensa que la muerte sucede por orden de lista. De viejo, se descubre que ya se ha puesto falta a demasiada gente en el listado. Y uno sale al patio del recuerdo y se encuentra con muchos vacíos, y uno entra en el aula de la memoria y advierte demasiadas ausencias. “¿Qué habrá sido de…?” Los puntos suspensivos siempre traen un sobrecogimiento mudo… ¡Qué habrá sido…! ¿Seguirá siendo ese “sido”? A los dieciocho años los detalles pasan desapercibidos porque la mirada es enorme y cree alcanzar el otro lado del horizonte. Luego empieza uno a reparar en los perfiles de la insignificancia. Y los vencejos de siempre, se vuelven únicos; y los jardines de toda la vida, rincones irreemplazables; y los atardeceres de todas las tard

La mirada del plenilunio

. . Mirada ancilar, la luna. Aquí, la noche insistente. Ojos en cuarto creciente, menguante de negra duna. Y su redonda tribuna, alta y lejos… Nadie advierte –sólo esos ojos, su inerte mirar, de otra luz esclavos– que en la sangre de unos clavos morir se dejó la muerte. (4 abril 2006) .

Una lección de gallardía

. Siempre que ando en desavenencias conmigo, me escapo de estos lugares. De los de ahora y de aquí, no de ésos que son de los de uno de siempre. Y cuando yo digo “de siempre”, todo el mundo comprende que me he ido a la corte de los Austrias más tontos, ésos que pueden justificarse en la historia por haber sido comparsa de los tiempos que supieron de Lope, de Cervantes, de Velázquez, de Quevedo, de Góngora, de Villamediana, de Calderón, de… En fin, del increíble prodigio que fue nuestro XVII. Estos monarcas, súbditos en el fondo de tan alta compañía, deberían estar agradecidos de que la circunstancia así los regalara. Incluso del anónimo adorno popular, que los coronó de leyendas con más gracia que el desaguisado de sus desgobiernos. Felipe IV se lleva la palma en aquéllas. Un rey que, según es fama, llevaba el cetro donde no correspondía: una cuarta más abajo del ombligo, lugar poco adecuado para ejercer un reino. Tentaban demasiado a Don Felipe los peligros del sexto. Buen susto se ll

Cosas de Prometeo

. Respondiendo a Rafa No son ganas al cabo: son desgana las ganas de la noche. Sobra el día, la promesa del sol en la alcancía de un corazón cerrado; esa persiana que no quiere tratar con la ventana los negocios de la melancolía, que llora de querer cuanto perdía ahorrando amaneceres sin mañana… Sólo eso: el fuego que se aguarda desesperadamente, la vencida convocatoria del amor, la guarda vigilante de un día más de vida… Sólo eso, ni ganas ni deseo: ¡cosas de acá y de allá de Prometeo! (31 marzo 2009) . . Nota del viernes 3: Era natural que Rafael Herrera, o el embozado, respondiera. Hoy lo ha hecho con la impecable elegancia que le caracteriza. Buscad abajo en los comentarios. Además, como él dice ...en estas estrofas las hay para ti, para Antonio Serrano, para Sunsi, para Olga, y creo que también alguna para mí . Gracias, amigo mío, desde el otro extremo del Mediterráneo y al norte de tu Córdoba, si no me confundo.