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Mostrando entradas de octubre, 2009

Lirio de otoño

. . Está ahí, escasamente a veinte metros de mi ventana. No recuerdo haber visto nunca un lirio en puertas de noviembre. Será por este raro calor que hemos tenido. Será por un error de los jardines. No lo sé, pero está ahí; y esta mañana posó para mi cámara. Sólo es un prodigio decepcionado, un sueño subterráneo que pensó otro equinoccio y se dijo en octubre cercado de silencios; de flores en silencio, que son flores de memoria que los parques añoran entre hojas caídas. Tiene un aire de duende desolado, de fracaso telúrico, de error inexplicable; un aire de no estar donde debiera, de belleza tardía que no ha llegado a tiempo o que ha perdido el tiempo de tanto engalanarse. Tiene un aire de empresa sin futuro y el coraje de ser cuando no debe, cuando el cerco del mundo está muriendo y vivir se desnuda entre los árboles… Es sólo un dios confuso empecinado en ser y equivocarse. Un afán distraído, un verbo inútil. ¡Un error que se atreve a ser belleza! 31 octubre 2009 .

Algo más que un paréntesis de sombras

. He cruzado últimamente algunas cartas con “el caballero”. Las últimas fueron motivo de un debate interestelar (sigue recluido en Andrómeda ) que giraba sobre Antonio Machado. Aseguraba él que la intención del poeta era confusa cuando escribía aquello de… El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve Con aire iconoclasta, se permitía corregir y discutir al clásico asegurando que el último verso hubiera sido más contundente, más líricamente generoso, si en lugar del aristotélico “es ojo porque te ve”, hubiera sido: “tú eres porque te ve”. A mí, que me toquen los clásicos me pone de los nervios; razón por la cual la epistolar polémica ha pasado por momentos agrios. En su última carta, cabezón como es él, sólo me ha escrito un poemilla. Como sospecho que yo no podría ser enteramente imparcial, lo dejo aquí, por si a alguien le dice algo que ya no le hayan dicho (lo que me parece bastante improbable). Por cierto, no sé a qué viene la cita de ese otro sevillano (¿qué pasa

Por qué me pongo tan pesado con Platón...

. Roncar es una descortesía. Estoy convencido de que roncar ocurre porque el alma se va de uno y deja ahí la materia embrutecida y rezongante trastornando el silencio de la noche. La materia siempre anda a bandazos con la tranquilidad propia y ajena. Por ejemplo las mutaciones; ese azar tan imprescindible para que haya evolución, según parece. La mutación es un signo de lo tonta que es la materia. De repente le da por ahí y se hace otra. Sin ton ni son, sin por qué sí ni por qué no. El medio, sin embargo, parece la sensatez, el orden, el equilibrio. Es como un tribunal de oposiciones que selecciona los mutantes idóneos. Pero no nos engañemos, el medio es igualmente necio: a fin de cuentas, se ha constituido a fuerza de previas e inexplicables trasformaciones paralelas. Es decir, el medio es la colección de los mutantes antañones. En el centro de este cacao de la sinrazón, aparece la razón, que pretende lo contrario: leyes, reglas, armonías, carantoñas de equilibrio, ecuaciones vertebra

Mundo feliz

. . Yo creía que el tiempo era una crátera, un doble de cerveza, dos de vino… O tres copas, o diez, o siete dobles… Yo creía que el tiempo era una tarde en la barra del mundo, un intervalo para negar la sed entre guitarras… Que vivir era un sueño que cumplía los años de una estúpida resaca… Que el dolor de cabeza de la muerte se quitaba sin más con no morirse… Que ocurría el horror en cualquier parte, y era asunto de ellos, culpa de otros… Yo creía… No sé, tal vez mentía o no supe creer jamás en nada: el polen del hastío en la memoria, el llanto en los demás… En mí su olvido. 18 octubre 2009 .

La caverna, el caracol… y dos grandes poemarios

. Para Olga y Juan Antonio, con mi gratitud (aunque me habéis hecho romper el voto de silencio) Estoy en estos días –de octubre empecinado en no acabar de serlo– con Platón en las aulas, repitiendo otra vez esa historia de unos milenarios prisioneros que se contentan con sombras y hablan entre sí de su pobre mundo espurio; allí abajo, en cavernosas oscuridades, ignorantes de luz y de verdad… Hasta que un día, les visita un antiguo fugitivo y les cuenta radiantes maravillas que existen del otro lado de su noche interminable. Y no le creen, claro; Platón piensa que no le pueden creer porque la costumbre de la penumbra siempre acaba siendo mineral certidumbre. Yo llevo también más de un mes encerrado en mi particular caverna, como un viejo caracol metafísico que sólo examina la espiral logarítmica de su mundo portátil. Incluso parece que ando perdido. Pero no es así: mi paralelismo con los prisioneros platónicos es relativo, porque yo ya he visto maravillas de ese calado. Mi oscuridad no