. En Coslada, Madrid, a dos manzanas de un viejo amanecer, que ni se atreve a ser amanecer, que ocurre y bebe la soledad de Dios en sus ventanas. En Coslada, trucando las mañanas, falsificando el día que aún me debe la esperanza de luego; y el sol, breve, tan vulgar y tan breve, tan sin ganas… Ya lo ves, aquí sigo, ajeno y raro, arañazo en la tierra de una sombra y confuso renglón de un verbo vivo; crédula ingenuidad de un día claro que lleva el nombre con que el sueño nombra la llaga de un después definitivo. 28 mayo 2010 .