Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de enero, 2011

Payaso

. La última pesadilla que tenemos en la vida ocurre en los espejos. Nos miramos en ellos y sólo vemos a un payaso vestido de relojes. Grandes, pequeños, enormes, insignificantes; de mentira o verdad; de cartón o de plata ennegrecida; con óxidos remotos, con irrecuperables brillos… Nos miramos y no nos hace gracia ese payaso; o nos da un latigazo de melancolía su barroca indumentaria. Es una pesadilla común y recurrente. Pisa uno la luz, aborda el escenario, se abre paso la palabra… Y en un momento de distracción –o de anónima sabiduría– se mira al público. Pero ya no hay público, ya sólo hay un espejo. Y en el espejo, un payaso. Y sobre el payaso una giubba de grandes relojes, de relojes insignificantes… Ríe, payaso. Ríete de ti, naturalmente. Regálate el aplauso de tu propia mirada: si el niño debe llorar para empezar a vivir, lo justo es que, para empezar la muerte, te suceda una sonrisa. .

Aburrimientos gloriosos

. . Esto es una anécdota. Real, en el sentido real de la palabra. Ocurre en una clase de 2º de bachillerato. Historia de la Filosofía para ser exacto. Uno –este uno , impersonal y ajeno, es el docente– en días inmediatos debe hablar de Descartes. Para despertar el aplauso ante la razón, osada y libre, de que arranca el Racionalismo , aquel ingenuo uno predica algunas pretensiones de la llamada revolución científica . Cuenta algunas cosas –pocas porque uno es poco sabio– sobre Copérnico, Tycho, Kepler, Galileo… De Galileo va la anécdota. Uno, un uno habitualmente pesimista, sufre un relámpago de optimismo. Por un momento cree que hablar del hombre en lucha con la limitación tecnológica de su circunstancia puede ser ejemplar. Y se centra en Galileo, en el ingenio que monta para comprobar las relaciones matemáticas del movimiento de caída libre. No en lo de la Torre de Pisa, que probablemente sea un cuento, sino en la rampa por que dejaba caer bolas pulidas mientras medía, riguro

La esperanza

. . Tú no fuiste real. No fuiste nada que tuviera que ver con estos días. Tú llegaste de un raro no-sé-dónde que nunca me dijiste; de un allí que engañaba coordenadas y mapas y horizontes y destinos. Tú no fuiste real; estabas hecha de todo lo que no define el tiempo, de todo lo que el mundo desperdicia –unas horas amables, unos días perfectos, un sueño derrotando escepticismos, una hazaña venciendo oscuridades…– No podías así… Fuiste quien eras –quien tenías que ser– antes que el hombre y la pobre humedad de sus acequias disfrazara de lluvia los campos sin cultivo. Tú no fuiste real: real es lo que ocurre en un aquí preciso, lo que pasa y nos pasa; y nos convence de sus horas hostiles, sus días imperfectos. Real es un reloj o un marcapasos… Tú estás hecha de cosas importantes. 19 enero 2011 .

Analfabetismo y melancolía

. Hay tres clases de analfabetismo: el real, el funcional y el desarrollado . Al primero, lo define la injusticia que impide la posibilidad; al segundo, la posibilidad que traduce un injusto menosprecio; y al tercero… Bueno, al tercero, que es un híbrido raro, lector de unas pocas tonterías –o muchas, o muchísimas, incluso– y seguidor de cualquier idiota, lo define un melodrama: la amarga imposibilidad de lo que quiso ser posible. Desde el punto de vista moral, los primeros son inocentes víctimas; los segundos, vagos impresentables; y los últimos… una inmensa melancolía. Porque el hombre conquistó la palabra para crecer, no para medrar; para pensar, no para confundir; para disentir, no para hipnotizar… Hay demasiadas palabras hoy que no merecen un solo pensamiento. .

El blasfemo

. Mi reino y mi verdad por nada de esto. Mi reino y mi verdad… sólo por nada, por poder blasfemar frente a su gloria. Para ellos la historia de rebajas: cien hazañas a cambio de una anécdota, cien destinos al precio de una hazaña. Al setenta por ciento del silencio se venden casi todas las palabras. Y se dicen después los días de fiesta. Y presumen las almas de su ganga. Para ellos el hombre depreciado. Para mí, la esperanza despreciada. Mi reino y mi verdad por nada de ellos. Cualquier nada es mejor... Si es otra nada. 13 enero 2011 .

Criando cuervos

. Autrefois, nous n'avions que le pavot. Aujourd'hui, le pavé. …porque nos han echado a la calle los hijos, o los hijos de los hijos, que escribían cosas como éstas en el 68. A mí, esto del tabaco me empieza a parecer una astracanada. Al principio lo consideré una majadería más de las muchas con que este mundo se adorna últimamente. Incluso me permití bromear con algunos amigos sobre el inevitable “paso a la clandestinidad” de cuantos somos convictos y confesos fumadores. Menos en broma, critiqué la hipocresía de un Estado que anatematiza con la diestra y exprime con la siniestra (unos nueve mil millones anuales de euros se embolsa gracias a nuestro “pecado”) a cuantos nos empeñamos en morirnos como nos sale de las narices. Claro que, si no fuésemos tan “malos” y tan salubremente “impíos”, habrían de revisarse los impuestos de otras cosas; lo que cabrearía sobremanera a los “buenos” y “saludables” ciudadanos que no fuman. Sin duda, esto de la pureza y rectitud morales es un pro

Noche de Reyes

. . Hace un año pedí a los Reyes un misterio para todos los niños; un misterio de largo alcance y sin fecha de caducidad que les sirviera para toda la vida. Es un poco pronto para saber si hicieron caso de mi carta. Pero esta mañana he vuelto a ver muchos niños por las calles tras la bufanda de esa bendita sonrisa que santifica la ilusión. Iban de un lado para otro, como si a la felicidad le hubieran salido piernecitas y se hubiera rodeado de pequeños cuerpos para correr entre nosotros o para recordarnos cuando nosotros éramos ellos. Quizá por eso, a muchos adultos se les ponía también una sonrisa de inocencia y lujo: el niño de nuestro ayer (o larguísimo anteayer) en el fondo no acaba de crecernos nunca. Desde ese niño creo que para perdonar a cualquier hombre bastaría pensar en él a sus cuatro o cinco años… Cuando jugaba, cuando lloraba, cuando reía… Cuando tenía fiebre y su madre le ponía el termómetro, y consolaba el dolor de su pequeña tristeza... Cuando su padre le llevaba al cin

La única elección

. La historia es la hazaña de la libertad y la libertad, la hazaña de la historia Claudio Sánchez-Albornoz Hace ya algún tiempo comprendí que tomar partido político era algo de pobre trascendencia en la vida de los hombres; un suceso coyuntural siempre; a veces, una gimnasia de estupidez. En los últimos siglos, Occidente se ha dedicado a matar a diestro y siniestro. En el XIX, mató a Dios, según la sentencia de Nietzsche, y se quedó con las ideologías, que eran la caricatura de Dios a escala humana. En los dos primeros tercios del XX, las ideologías, que se habían encarnado en partidos políticos, se mataron unas a otras en dos guerras mundiales (declaradas, porque hay otras que cursaron tácitamente), variopintas “revoluciones” y un par de genocidios más o menos reconocidos. En el ultimo tercio del mismo siglo, las ideologías, exhaustas y arruinadas por su inutilidad –no sé si también por su remordimiento–, acabaron suicidándose. A esto se le llamó posmodernidad , que es algo que no se