. . Cuando uno se hace viejo, pero conserva aún cierta capacidad de abstracción, tiene la impresión de que vivir es pasear la mirada repetidamente por una película de sesión continua. Una película que, claro está, siempre tiene la misma trama envuelta por los mismos diálogos. Por eso ningún tiempo pasado fue mejor ; ni tiene posibilidad de serlo ningún tiempo futuro. Si el animal y la planta son prisioneros de su genética, el hombre lo es de su fabulación: aquéllos siguen haciendo lo que inevitablemente no pueden dejar de hacer; éste, lo que ingenuamente cree que acaba de inventar. Cuando uno se hace viejo, y no del todo tonto, se aburre con la película que habla de lo mismo para desarrollar la pretensión de siempre y acabar en igual nada. Y cuando ya no aguanta más, cuando hasta las palomitas al paladar disgustan, se levanta de la butaca, rompe la entrada y se vuelve a casa. En el fondo, morir no es más que eso. Estoy seguro, una vez más, de que Platón y yo estamos de acuerdo. .