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Mostrando entradas de marzo, 2011

La sombra de la hierba

. . La sombra de la hierba es imprecisa, es sombra que no es sombra, es hilo de penumbra indeciso, borrón sobre la tierra. La danza del silencio sobre un labio no es silencio en el fondo, es resto de palabra, icono de intención sin desenlace. Y el sueño que rodó por la memoria de un recuerdo robado no es memoria ni sueño, sólo es sombra sin alma, sólo hierba sin sol, sólo sol sin paisaje… Sólo tú sin tu nombre. 10 marzo 2008 .

Apocalypse... Now?

. . Yo no soy apocalíptico; o no lo soy de momento. Los apocalípticos “son los otros” (esto lo decía Sartre del infierno). Ellos sabrán por qué. A mí me parece que en la “Historia” que estamos haciendo hay una mala conciencia que no encuentra donde redimirse y se condena a sí misma presumiendo finales capaces de borrar todo su remordimiento. Un planeta vivo es un depredador. En mi opinión, un depredador masoquista porque devora cruelmente a las únicas criaturas que son posibilidad de su testimonio. ¿Qué sería de él sin ellas? ¿Un montón de partículas anónimas vagando de oscuridad en oscuridad? ¿Un racimo de luces y sombras incapaz de recibir un nombre, una mirada, un aplauso…? Nada hay más absurdo que un espectáculo sin espectador; nada más necio que un paisaje sin pupila y palabra. Lo malo es que, según parece, el masoquismo depredador del todo lo han heredado sus cortesanas y humanas partes . Por eso los hombres nos devoramos con la misma crueldad, absurda y sin sentido. Sin duda d

Teoría de la unificación

. A tanto dolor; en particular, a ése que en este triste marzo todos compartimos Los físicos hablan de cuatro fuerzas fundamentales: la fuerte , la débil , la electromagnética y la gravitatoria . Sólo cuatro. Pero les parecen muchas. Su pretensión es reducirlas; explicar la pluralidad a partir de la singularidad, lo complejo a partir de lo simple, lo alambicado desde lo sencillo. Es una vieja aspiración que se remonta a Mileto, al remoto lugar de un parto prodigioso que el bachiller descubre en el primer capítulo de su libro de filosofía: la humana trinidad que todos recordamos preocupada por un arjé , por un solo y racional principio. Los físicos hogaño comparten inquietud con aquellas extraordinarias comadronas de la racionalidad naciente. Pero también unos y otros, aquéllos y éstos, se dejan –se dejaron– la mirada y la ocupación en la naturaleza externa, en la physis . Hay, por tanto, un lamentable olvido en ambos: el hombre. Porque el hombre no es un extraño en la physis , en la n

¿Legalidad o moralidad?

. . …no basta que una acción sea conforme y esté ajustada a la ley para que sea moral; no basta que una acción sea legal, para que sea moral. M. García Morente, Lecciones preliminares de filosofía Lo analizó perfectamente Kant –¡qué bien lo explica García Morente!–, una cosa es que nuestra acción se acomode al deber y otra muy distinta que lo que hacemos lo hagamos porque es nuestro deber . No es un juego de palabras. No es diletantismo filosófico. Es una definición de la distancia, la enorme distancia, que separa la mera legalidad de la moralidad convicta. Pensaba Kant que si cumplimos la norma para evitar la sanción o alcanzar el aplauso, nadie podrá objetarnos ilicitud ni incorrección en la conducta. Pero la moral es otra cosa; la moral nace de la convicción, no de la convención, amparo o consentimiento de las leyes. Coincida o no con éstas, nuestra acción debe regirse por sí misma, quererse a sí misma, aplaudirse a sí misma. Sólo eso, nada más –y nada menos– que eso, define la mor

El destino de las supernovas

. . Luz, ¡más luz! J. W. Goethe …somos polvo de estrellas C. Sagan La mayor parte de los átomos es vacío . Al cielo le ocurre algo parecido con la oscuridad. La luz es toda una excepción: un paseo puntual de diminutas y alejadas insolencias. Porque la luz es una insolencia, un atrevimiento, una osadía rodeada de sombras que, al cabo, revienta hastiada de tanta y tan constante hostilidad. Luego se esparce en la noche, como un raro prodigio, y siembra lugares y posibles miradas. Del agotamiento de la luz ante su empresa nacen rincones en la oscuridad, surgen otras diminutas y alejadas insolencias que miran al cielo y admiran su vencida hazaña. Eso dicen al menos los sabios que de aquélla saben. El hombre es la mies de una derrota, el pan de un desastre. Pero también el atleta que recoge el testigo de una rebeldía luminosa. El hombre es un héroe trágico que se obstina en la luz, como la luz se obstina en no ser su contrario. Supongo que es así porque si no, ser humano sería una indecenc

La costumbre de los esperpentos

. . Un acto justo no hace a un hombre justo, ya lo sabía Aristóteles. Un acto, un día, un acierto azaroso, no son suficientes. La exigencia de lo debido es más rigurosa: el acto tiene que definirse en costumbre; el día, en biografía; el azar, en norma. Por eso la ética va más allá de un gesto virtuoso o de un momento de acierto. Por eso la ética es –o era– metafísica de las costumbres , teoría entusiasta de los hábitos del hombre. El asunto de la moral era ése precisamente. ¿Cuáles son los hábitos debidos? Un hábito necesita un acto y un acto necesita un norte. Pero ¿qué define hoy el norte? ¿Es el norte el poder? ¿Es un medio aplaudido? ¿Es un esperpento políticamente potenciado…? Y la costumbre ¿puede ser la reiterada idolatría de un acto esperpéntico…? La melancolía de la moral es ésta precisamente: haberse soñado metafísica de las costumbres, haberse despertado costumbre de los esperpentos. .

El diagnóstico

. . No me lo diagnosticaron hasta hace relativamente poco. Yo conocía los síntomas desde hace mucho, pero siempre he sido reacio a las consultas médicas. Al principio, sólo sentía una incomodidad, más o menos tolerable, en las sienes. Poco a poco y con los años, fue convirtiéndose en intensa irritabilidad. Hasta el punto de que mi vida, de sí pobremente social, empezó a resentirse. Fue entonces cuando me decidí a lo que nunca suelo decidirme. Así empezó un largo peregrinaje: del médico de cabecera (yo no sé por qué aún soy súbdito voluntario de la Seguridad Social) a los especialistas, de los especialistas a los hiperespecialistas; de las consultas a los laboratorios, de los laboratorios al estupor de los resultados… Finalmente, dieron con el diagnóstico –que me decepcionó, por cierto, porque abundaba en lo que casi todos los diagnósticos de nuevo y respetable cuño abundan–. Se trata de una malformación genética estadísticamente padecida por una prescindible humanidad. Una rarísima ano