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Mostrando entradas de febrero, 2014

La insolente realidad de las preguntas

El valor de la filosofía   ha estado desde sus orígenes en las preguntas. Las respuestas son ocupación de la supervivencia; las respuestas pretenden la utilidad. Las preguntas, sin embargo, todas esas preguntas que nos atraviesan el pensamiento sin posibilidad de hallar nunca reposo para su esfuerzo; todas ésas tan denostadas, tan perseguidas, tan ninguneadas por la vanidosa razón –ilustrada primero; instrumental, después; confusamente empirista, siempre–; todas las que desde el siglo XVIII han sido desviadas, sistemáticamente, a la sección de Salud mental por la iniquidad mercenaria de los súbditos de la desesperanza, no sirven para nada; o, mejor dicho, resisten el asedio de la nada. Son, como los acantilados ante los envites del mar, una rocosa fortaleza del alma, un cerco amurallado para el hombre. Porque hablar del alma es hablar con ellas y no querer hablar de ellas es desarraigar al hombre La grandeza de la filosofía está –o estuvo– en no poder responder, en no acert

El credo inevitable o entre el ser y el deber-ser

Hace falta una revolución personalista y comunitaria, no apta para mentirosos y sucios de corazón, que como el cuco cantan en un lado y ponen los huevos en otro. Carlos Díaz. Hay que ser tolerantes. Acontecimiento (109). http://www.mounier.es/attachments/article/166/cdiaz2.pdf Creo en Dios porque el hombre ni es capaz de ser quien dice ni jamás pretendió serlo. Creo en Dios porque los sucedáneos terrenos de la esperanza son falaces y cicateros. Urdir espurias riquezas y falsificar beneficiarios es mala escuela; mejor dicho, es academia de almas prostitutas… Porque también las almas se dedican al oficio más viejo del mundo. Y no hay más que leer la prensa de cada día –que es el pan de nuestras prostituciones– para convencerse de ello.   Me da lo mismo el color de quien haga la calle o aguarde en las esquinas de su facción, partido o ideología: el resultado es un lecho podrido y un beneficio indigno. Creo en Dios porque hay demasiada gente condenada de ante