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Mostrando entradas de julio, 2015

Viejos días de julio

Se me ha llenado la vida de demasiados ayeres. Es cosa normal a mis años. Para un viejo, recordar es la definición del instinto de supervivencia. Y hoy, hundido en estos días tan térmicamente espesos, me ha saltado en la memoria una entrada de "Al atardecer" que hablaba del mismo sentimiento sobre julio que tengo enquistado en el alma desde hace muchísimo tiempo. Así que me plagio –¡tengo derecho a ser mi propio sinvergüenza!– porque quería escribir y tenía pereza de  hacerlo. Por eso no me limito a poner un vínculo que al hacer clic sobre él te lleve al rincón que pretendes. Eso sería citar, no plagiar. Mi pereza, entonces, no sería enteramente indecente... Tengo malos recuerdos de estos días; mala memoria de un remoto entonces, cuando era joven y se me murió un amigo el día en que el hombre pisaba la Luna. Puede que por eso haya puesto a este mes de cara a la pared y siempre quiera que se pase muy deprisa. Se me hace antipático su rigor, se me hace insufrible su

La última palabra

La última palabra, la hazaña sin después que ocupará mis labios. El último acercarse del alma a su intención de rara eternidad. El último refugio para acoger la vida que aún resista, cercada y solitaria como nunca lo estuvo... ¡La vanidad de un signo que se creyó pensamiento! Y aleccionar al día con su noche inminente: su larga oscuridad sin alborada, sus ojos sin estrellas ni misterio, sus besos sin noticia de la carne... Cuanto he sido, de pronto, entre mis labios mendigando una argolla donde colgar su tiempo. Y la ciudad, detrás de las ventanas... Y el ruido de las cosas con sus nombres... Y el trajín de la vida por las calles... De pronto, cuanto he sido no tendrá más hogar que una palabra. Julio 2015