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Mostrando entradas de julio, 2016

"Palabras, palabras, palabras..."

A Gonzalo, mi nieto, que, como todos los niños, es inventor de signos y creador de espectáculos Lo mejor es el silencio. No hablar de nada, ni con nadie. Lo primero por la insuficiencia de las palabras; lo segundo, por la pobreza de nuestra voluntad. Los diálogos del hombre son monólogos adulterados: no dicen nada ni a nadie alcanzan. Los monólogos de un niño, sin embargo, son diálogos de un dios pequeño con su sorprendente creación. Los niños hablan solos para inventar y para inventarse. Se inventan los signos antes de entrar en la ortodoxia semántica de los adultos; y son capaces de decirlo todo, de abarcarlo todo. A fin de cuentas, para ellos todo es cualquier cosa: ese tiovivo que les entusiasma, aquel estanque que les fascina, este beso que les tiene pendientes de una atemporal ternura... Los niños escogen la realidad más insignificante y la transforman en espectáculo. Para nosotros los signos son un instrumento de la razón; para ellos, una creación del asombro. Y cuan